COSTALERO DE SEVILLA: HACE BASTANTE TIEMPO

lunes, 24 de febrero de 2014

 CAPITULO PRIMERO

HACE BASTANTE TIEMPO



Llegaba El Cachorro(1) al Altozano de vuelta de la catedral, cuando unas mujeres se acercaron al paso preguntando por un costalero del que el paso del tiempo a borrado de mi memoria, aunque si recuerdo que iba llevando un zanco delantero. era este un hombre de condición humilde, como todos, pero con una gran fe en lo que llevaba sobre sus hombros, cuando aquellas mujeres dieron con el, le dijeron que se fuese para el hospital pues a su hijo se lo habían llevado en estado muy grave e incluso su vida corría peligro, boquiabierta y sin capacidad de reacción se quedaron estas con la contestación que aquel les dio: ” allá nada puedo hacer por mi hijo, pero aquí el paso viene dando mucha leña y si puedo hacer por mis compañeros ¿ dónde mejor para rezar que en este paso llevando sobre mis hombros al Santísimo Cristo de la Expiración?”. Dicho esto se descalzó de sus alpargatas y se pasó a la cuarta trabajadera(2)

Cuenta la gente que allí estaba que nunca se vio un Cachorro con mayor desesperación en la mirada.





Pié de página: 1-“El Cachorro” es el apodo que se le da en Sevilla al Santísimo Cristo de la Expiración que tallara Ruiz Jijon en el siglo XVII.

2- los costaleros van perfectamente igualados por su altura, de esta manera los más altos están en la primera trabajadera mientras que los más bajos van en la última. Por tanto al pasar u costalero de la primera trabajadera a la cuarta, dará lugar a que sea el más alto con diferencia de esa trabajadera y por tanto cogerá mas kilos que cualquier otro costalero de todo el paso.



El sufrimiento de aquel costalero contagio a los compañeros que iban a su lado, el de estos, a la gente de fuera y estos a su vez al numeroso público que rodeaba el paso. El sonido de las cornetas más hirientes que nunca, resquebrajaba la atmósfera de láminas plomizas que allí se había creado.

La larguísima calle Castilla se hizo más interminable que nunca… pero al fin entre sus rezos, lágrimas y el enorme caudal de sangre que brotaba de las plantas de sus pies y una vez recogido el paso, dio con su cuerpo destrozado, dolorido y con su espíritu totalmente desesperado en aquel hospital al que su hijo había llegado muriéndose para recibir la noticia de que ese hijo estaba ya totalmente fuera de peligro.

El costalero de hoy en Sevilla, es un varón de cualquier clase social, que se mete en la trabajadera por afición en unos casos y por fe en otros, pero este costalero en nada se parece al que hace mucho tiempo, desde hasta donde no conoce la historia, comenzó a efectuar esas labores.

En aquellos otros tiempos, esos en donde se pierde la memoria, el costalero se reclutaba en lugares donde se efectuaban los trabajos más duros, muelles y mercados. Era gente de condición absolutamente humilde, que cambiaban algunos años de sus vidas, pues hacían un desgaste físico exagerado en esa semana, nunca mejor dicho de pasión, por una mejora eventual para sus familias. Estos hombres en aquellos tiempos apenas ganaban para mal comer, mal vestir….sus vidas en la mayoría de los casos era puro sufrimiento, por este motivo , cuando llegaba la Semana Santa era imposible negarse a llevar a sus hogares algunas monedas mas de las insuficientes habituales y que tanta falta hacían en sus casas.

Las antiguas cuadrillas de costaleros no solo no llevaban ningún relevo, sino que en la mayoría de los casos iba algún hueco en las trabajaderas, por tanto el esfuerzo a desarrollar era aún mas notable, por este motivo y el que tenga buena memoria y un buen numero de años, recordará las huellas que dejaban los pasos donde se habían detenido con anterioridad. El costalero no podía dejar a sus compañeros ni una sola chicota para ir a desahogarse a un bar cercano. Los aguadores que ahora son importantes entonces eran imprescindibles y casi no daban abasto a llenar esos búcaros que en muchos casos además del agua bendita llevaban aguardiente para combatir el sueño, el cansancio o para endulzar el terrible sufrimiento al que era sometido el costalero.

“La sensibilidad junto a la emoción que se apreciaba en las miradas expectantes al observar las imágenes en ese maravilloso compás obedeciendo a la música, se tornaban vacías y ausentes cuando estas descendían a los faldones del paso” Pero de todas maneras siempre hubo a quien la mayor admiración, se la producía ese ejercito de alpargatas de luto, moviéndose sin avanzar o avanzando sin moverse, moviéndose sobre los pies o alargando el izquierdo para luego igualar con el derecho o esa revira donde el mejor de los delineantes con los mejores aparatos no sería capaz de hacer un giro tan perfecto; Dos alpargatas que bailan sin perder el sitio mientras todas las de alrededor van girando sobre las primeras y antes que nos hallamos dado cuenta , el paso ya estaría enfrentado con esa calle que había surgido en su costado… Esas manos que muchas veces se escapaban por entre los faldones buscando un posible asidero para aminorar el enorme esfuerzo que sufría su cuerpo… manos que nos recuerdan a las de Cristo atado a la columna en un intento desesperado de abrazarla para aliviar el infinito dolor que le infringía el látigo despiadado… manos que se apretaban contra la parihuela, fundiéndose en una sola pieza pues si la parihuela era de dura haya, la mano aparece como limpio hueso, como si hubiera sido tallada sobre la dura madera.

Estos hombres comenzaban con un paso el domingo de ramos, para acabar el sábado santo. Muchos de ellos repetían en la madruga del viernes, pues al igual que ahora, también había cofradías, así que jueves, viernes madruga y viernes tarde, todo de corrido y aunque parezca imposible, ellos lo hacían. Lo hacían por amor, por afición y por fe. Por amor a sus familias pues para estas era imprescindible como ya dijimos esos dineros extras y por fe porque necesitaban de ella para poder llevar hacia delante esa vida de sufrimiento.

Se cuentan muchas anécdotas en torno a esas circunstancias, por supuesto reales, como la que se dio y que se ha contado con anterioridad allá por los años sesenta, en una de esas antiguas cuadrillas.

También en aquellos tiempos había costaleros que aparte de las necesidades ya mencionadas en sus hogares, era también una gran afición y un gran sentido de la amistad lo que les hacía meterse en las trabajaderas y en este sentido vamos a recordar otra anécdota también auténtica pero muy diferente a la anterior:

Curro era un costalero de los importantes de la cuadrilla de profesionales de Salvador Dorado “El Penitente” llevaba uno de los zancos traseros y en aquellos complicados tiempos en el tema político (el era de izquierda, pero muy de izquierda, era comunista, marxista, leninista, y de todo aquello que estuviera muy a la extrema izquierda) Para reírse de él y dentro de la buena camaradería que reinaba en la cuadrilla, la gente de fuera al hacer la llamada de atención la hacían sobre el: “Curro que vía llama” a lo que el respondía irritado: “asé er favó de no llamarme por mi nombre que como se enteren en el partido que voy aquí abajo a ve como les convenzo pa que no me expursen”.

Como se decía anteriormente es por afición o por fe por lo que se mueve el costalero de hoy día, afortunadamente en la mayoría de los casos no existe la necesidad que hubo en otro tiempo sin embargo hoy los pasos caminan mejor que lo han hecho nunca y esto es debido al suficiente personal que hará posible los suficientes y necesarios relevos para refrescar a la gente de abajo.

Por estos motivos  todos los que sentimos amor por nuestra semana santa, si queremos ser justos, nunca debemos olvidar a aquellos sufridos costaleros que hicieron posible con su colosal esfuerzo y enorme capacidad de sacrificio, una Semana Santa muy diferente a la que se conoce en otros lugares.



Nota del autor: este es el primer capitulo-introducción de la novela "Costalero de Sevilla" que estoy colgando poco a poco en el blog del mismo titulo. Próximamente colgaré el segundo capitulo.
Faustino Tomares.