El número
de desempleados en Estados Unidos en 2.016, se ha cerrado con algo más del
cuatro por ciento. Una cifra que se entiende cercana al pleno empleo pues entre
estos figuran los que están en un cambio de trabajo o simplemente los que
buscan un alto en su vida laboral, conscientes de que no les será difícil, más
adelante, volver a trabajar.
Sorprende
que aquí en España donde siempre se está endemoniando el sistema económico del
país norteamericano nadie o casi nadie se pregunte; como es que en un país, el más
liberal del mundo en cuanto al modelo económico, todos sus habitantes están
dignificados por el empleo y no tienen que rogar o doblegarse a su
administración para que les subvencione la falta del mismo.
Seguramente
la razón de que tengamos una diferencia
de un quince por ciento en desempleo entre aquel país y el nuestro se deba a
que en aquel se incentiva la creación de puestos de trabajos mientras que en
España se penaliza. Ya se guardaría la administración norteamericana de meter
sus pezuñas en la relación laboral entre empresa y trabajador. La competencia es
quien marca las reglas. Hay que ser el mejor y dar el mejor precio para
subsistir por lo que hay que tener a los mejores. Muy al contrario que aquí en
España donde la viabilidad de las grandes empresas pasa por la calidad de las
puertas giratorias. No existe competitividad entre ellas, pues todos los grandes sectores
de negocio están conformados en oligopolios. De ahí que ser la mejor empresa,
dar el mejor servicio, tener los mejores precios y por lo tanto tener a los
mejores profesionales no sea una prioridad en las mismas.
En
Estados Unidos; la totalidad del coste laboral lo recibe el trabajador que hará
con ese dinero lo que libremente estime necesario. Invertirá en seguros
médicos, en planes de pensiones, en ladrillos o lo tirara el mismo día que lo
cobre. Quien es el estado para obligarle a gastar el dinero que ha ganado con
“su” esfuerzo en lo que no quiera. Aquí en España; antes de que el trabajador
cobre el dinero de “su trabajo” el empleador ya habrá tenido que restar a ese
salario la parte de Hacienda, de la Seguridad Social (sin saber muy bien para
que) la de los sindicatos y la de la patronal, para que todos estos vivan a
cuerpo de rey a costa del trabajo de
aquel. Ya saben lo que se dice; de que un mileurista es un dosmileurista después
de haber sido “fiscalizado” por la Administración Publica.
En Estados Unidos sería impensable
que el Estado rescatara unas autopistas privadas porque son deficitarias o que
un organismo superior le tuviera que recordar que hubiera que liberalizar el
sector eléctrico para que hubiera competencia o que en estos momentos tuviera
que estar buscando algún recoveco legal para que los bancos no tuvieran que
devolver el dinero que han cobrado demás a sus clientes.
No
debemos olvidar que “La Picaresca” es un género literario único de nuestro
país; recordarán el famoso Lazarillo de Tormes o ese pasaje del Quijote en el
que siendo gobernador Sancho, tuvo que partir una caña para allí encontrar los
dineros que uno de sus gobernados decía haber pagado al otro que pedía
justicia. Cuatro siglos después, hemos aprendido mucho pero con el agravante de
que ya hace tiempo que perdimos el sentido de la justicia y hoy el pícaro es el
mismo que tiene que impartir justicia.
Faustino Tomares.